¿Por qué?
Más allá de que los científicos definan qué tipo de energía es y de dónde sale, lo verdaderamente importante es cómo llega a nosotros y cómo la usamos.
Para dar o enviar Reiki a alguien, se debe contar con su permiso. Esto es así porque no podemos meternos en el libre albedrío de nadie, ni solicitar en su nombre nada que esta persona no solicite. Solo él o ella puede pedir o aceptar, porque sólo él o ella sabe lo que necesita y lo que le sienta bien.
Y al dar o enviar Reiki a esa persona, se hace con la intención clara de que sea “para lo que necesite” (su alma) y “para su mayor bien divino”. Dejamos que la energía Reiki, que es inteligente y amorosa, haga lo que tiene que hacer de acuerdo a las necesidades de quien lo solicita.
Finalmente, el practicante de Reiki canaliza esta energía atento a no introducir sus interpretaciones, deseos y expectativas y permite que la energía Reiki actúe donde es necesario.
Y todo esto es amor.